pinturas


El dibujo y la pintura me han permitido llegar a ver de cerca, rincones, suelos, gavias, molinos de años inciertos y la vegetación agreste de Fuerteventura, que sin quererlo, ha transformado la mirada subjetiva en el detalle armónico de mis obras.

Porque para dibujar algo, hay que mirarlo de frente, de lado y en momentos diferentes dejando que fluya un sentir que nos integre con aquello que estamos observando. Y así, podamos representarlo siguiendo la línea estrecha que unifica nuestro punto de vista y la esencia del objeto de nuestro estudio.

Dibujándolo, aprendemos a distinguirlo de otros.
Y dibujándolo, lo conocemos.
Y conociéndolo, lo respetamos.

- clica en las imágenes para verlas a gran tamaño -


Este cuadro está pintado todo con la mano izquierda.
Es una tela de lienzo sobre bastidor de madera. 
1,50x1,50.


Dos molinos en Villaverde.

Relato sobre 3 obras.

Quisiera rescatar lo importante que ha sido el proceso
el impacto y la remembranza que ha provocado
en los que lo han compuesto
y el proyecto que ha surgido a partir de esta experiencia
de sensaciones de sinestesia.

1. Himno a la alegría
óleo sobre textura en lienzo
60x81

2. Adagio ( azul)
óleo sobre textura en lienzo
60x81

3. Nana para Thiago
óleo sobre textura en lienzo
54x81

Tres obras plasmadas juntas dentro de la misma concepción.
El comienzo fue imprevisto, sólo un color de fondo, unos tonos de fondo
sobre una base rústica y áspera. Luego el óleo con sus matices y la suavidad de sus mezclas.
Dejándome guiar sólo por el desliz del pincel sobre la superficie mojada y espesa,casi cremosamente mística.

El ojo siguiendo el delicado movimiento entre los finos moldes del tejido, pasando por los oscuros, los lisos, los estrépitos y los matizados.
Pero conservando los tonos armónicos en beige y azules, uno para cada obra.
Ambos colores de mi preferencia, que ya están fijos
en mi paleta de dunas y cielos abiertos de Fuerteventura.

Y después...sólo en la mirada perdida en cada pequeño espacio acabado
luego de un día o dos, tres días o más... lo he visto, he visto una canción.
He sentido una canción en los colores. Una surgió primero, la otra vino sin más...

Y la melodía se repetía, una y otra vez en mi cabeza mientras el pincel dibujaba las notas
cada una de las notas que ya habían pasado por las cabezas de otras personas.
Una amiga en el himno a la alegría, y un amigo en Adagio.

Ella escribió las notas que fueron la guía de mis manos.
El escribió las notas que terminaron el otro cuadro.
Y los dos estuvieron conmigo unidos en cada movimiento de pincel
cuando las notas dibujadas se quedaban, la melodía surgía
y volvía a empezar desde el principio de la canción
para no equivocarme al pintar.

Y la persona que me copió las notas una a una...y la melodía y mi espíritu...
y la pintura, el color y la textura del lienzo, se fundieron en el tiempo
y en la brisa que tocaba mi cara en el patio de mi casa a solas
y ya no había silencio, la música no dejaba de sonar una y otra vez
y vuelta a empezar, en cada una de las obras.

Y ella y él, compartieron en los mismos días, esta armonización, que sin querer...
llenó de sonido el color, cada nota se oía, cada nota sonaba
una y otra vez para cada uno de los tres.

Y sin contar la tercera, la mía, mi obra, mi música con letra, una nana
jamás pensé que pudiera escribirla, y recitarla
para que Thiago se durmiera en mis brazos cada vez que la cantaba, la tercera obra.
La mejor pintada, el mejor resumen que mi vida tocaba.
Una nana, que ahora era visible, que se dibujó como sonaba.
Tres obras distintas que sin querer fundieron almas.

Pero aquí no acaba la historia. Ya no son sólo estas personas,
aquellas que compartieron tiempo en que las obras se forjaban.
Ahora se unirán a éstas, todas las que escuchen la melodía de la forma que sonaba
cuando el pincel dibujaba las notas, mientras repasaba el pentagrama, mirando el azul,
si llegan a verlo, y el beige que también estaba. Porque ahora hay sólo música.
Música para el alma.

Gracias a Mar Medina y a Javier Calvin.